El desarrollo no es una quimera.
EL TRIBUNO – Opinión por Santiago Barbarán.
La infraestructura no es gratis y alguien la tiene que pagar: los contribuyentes o los usuarios. En el primer caso, el Estado -a través de los impuestos- recauda fondos para después financiar la realización de obras públicas; en el segundo, son los propios usuarios del servicio quienes soportan los costos. El caso más común es el de peaje.
La infraestructura es un bien de capital público que, junto con el capital humano, son fundamentales para el desarrollo de cualquier provincia o región. Cuando hablamos de infraestructura nos referimos a caminos, aeropuertos, energía eléctrica, agua potable, cloacas, gas, trenes, entre tantos otros.
Actualmente la mayoría de las obras se financian con presupuesto público. Esta nota explora algunas opciones de financiamiento para infraestructura. La idea no es reemplazar los fondos presupuestarios por los privados (lo cual resulta impracticable social y económicamente), sino complementarlos a través del financiamiento privado para determinados tipos de obras en las cuales los potenciales beneficiarios puedan
solventar los costos de manera total o parcial.
Consideramos que existen ciertas obras que podrían ser financiadas con el aporte de fondos privados, puesto que podrían generar el flujo de ingresos suficientes a fin de repagar las inversiones.
Previamente, resulta necesario formularnos una pregunta: ¿es necesario desarrollar la infraestructura en Salta?
Absolutamente sí y por múltiples razones.
La primera es que mejorará las condiciones de vida de los salteños. En segundo lugar, a fin de que se instalen nuevas empresas, es necesario dotarlas de una adecuada infraestructura necesaria para que produzcan más y a menor costo relativo. Los sectores turísticos, agrarios y mineros, por nombrar algunos, son fundamentales para el crecimiento de la economía salteña y requieren de esa imprescindible inversión.
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